LA ALIMENTACIÓN COMO PROTECTOR DE LA HIPERTENSIÓN ARTERIAL

 

La Hipertensión Arterial (HA) es una alteración identificada por un incremento crónico de la presión arterial. La HA presenta dos características peculiares; por un lado su elevada frecuencia (20% de la población adulta), por otra, la ausencia de molestias o signos que la hagan evidente. La primera característica da una idea de la importancia de la hipertensión, ya que a su capacidad de dañar se une su elevada frecuencia, lo que la convierte en el principal factor de riesgo en la mayoría de países. La segunda característica explica la escasa proporción de pacientes hipertensos que están bajo tratamiento y control al no haber ninguna molesta o síntoma que señale la presencia del proceso.

 

La hipertensión es uno de los factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y cerebrovascular más frecuente en el mundo, además de ser una de las principales causas de muerte evitable en los países occidentales.

 

La hipertensión es considerada como un «asesino silencioso» a pesar de conocerse la eficacia y efectividad de las diversas medidas preventivas y de control, incluyendo los farmacológicos, y representa uno de los desafíos más grandes de la salud, siendo una enfermedad de alto costo para los individuos y la sociedad.

 

Alimentación e Hipertensión Arterial

 

La mayoría de los pacientes hipertensos sufren hipertensión esencial o primaria, en la cual no se conocen con exactitud los acontecimientos iniciales que conducen al establecimiento de la enfermedad pero que se caracteriza por la afección de uno o los dos factores que intervienen en la ecuación de presión arterial; volemia y resistencia vascular. Dentro de los componentes importantes que regulan los factores mencionados, encontramos que la alimentación y la influencia directa de los nutrientes y componentes alimentarios son un punto crucial para evitar y tratar la hipertensión arterial. A continuación se describen brevemente algunas características a resaltar:

 

Energía:

los factores nutricionales que se han involucrado con más claridad en el desarrollo del proceso son el exceso en el consumo calórico que conduce a sobrepeso u obesidad, la ingesta de sodio y el abuso de alcohol. En relación con la obesidad, la prevalencia de la hipertensión muestra que un 60% de hipertensos tienen un sobrepeso superior al 20%. La elevada prevalencia de sobrepeso, junto al correspondiente aumento del riesgo de desarrollar una hipertensión arterial, permite concluir que de un 25% a un 30% de presión arterial elevada se puede atribuir a ese problema.

 

Dentro de los distintos tipos de obesidad, el patrón de obesidad masculino (androide) tiene una asociación mayor, con la prevalencia de hipertensión, en comparación con la obesidad de distribución feminina/pélvica (ginoide), por lo que se recomienda mantener la relación perímetro cintura/cadera dentro de los límites de 1 para hombres y 0,9 para mujeres (Figura 1). Aunque no se conoce la causa exacta de dicha relación, parece ser que la resistencia a la insulina es mayor cuando la grasa depositada es principalmente de tipo abdominal.

 

La reducción de peso, con dietas hipocalóricas (incluso manteniendo las ingesta de sal), induce un descenso inmediato de la presión arterial, proporcional con el grado de dicha pérdida. El efecto favorable de la reducción de peso no exige el control total de la obesidad, ya que reducciones limitadas, como por ejemplo 5 kg, conducen a un evidente efecto beneficioso. La importancia de esta medida, en el manejo del paciente hipertenso, es tan importante que a veces el control de la obesidad permite prescindir del empleo de fármacos en un tercio o la mitad de los hipertensos leves.

 

Sodio:

Quizás el componente nutricional (además del exceso calórico) más relacionado con el desarrollo de hipertensión es el consumo de sodio, lo que no es sorprendente si se recuerda la influencia del sodio plasmático sobre el volumen circulante. De hecho, independientemente de las variaciones individuales, la presión sanguínea aumenta progresivamente a medida que incrementa la ingesta de cloruro de sodio, pudiendo alcanzar incrementos de 33 mmHg de la presión sistólica y 10 mmHg de presión diastólica con elevados consumos de sal. Por el contrario, hay disminución paralela al reducir la ingesta de la misma.

 

La reducción de la ingesta de sodio pasa por una disminución de la sal, la cual puede venir de diversas fuentes, aunque generalmente se calsifica en dos:

  • Fuentes Discrecionales: Incluyen aquellas que pueden fácilmente modificar su aporte. Mayoritariamente es la sal utilizada en el cocinado y en la mesa.
  • Fuentes No Discrecionales: Como su nombre indica, no lo puede manejar el consumidor, puesto que forma parte del alimento o se adiciona a un producto alimenticio durante el proceso de elaboración industrial o semiindustrial.

 

El requerimiento de sodio para los sujetos saludables ha sido establecido por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en igual o menos de 2000 mg de sodio al día, lo que equivale a 5-6 gramos de sal al día. Dependiendo del estado del paciente hipertenso, normalmente se maneja una restricción leve de sodio (el paciente no puede exceder los 1500 mg de sodio o 4 gramos de sal al día) o una restricción moderada (el paciente no puede exceder los 1000 mg de sodio o 2.5 gramos de sal al día). 

 

Alcohol:

El consumo excesivo de bebidas alcohólicas, que conlleva a una ingesta de alcohol superior a 30 gramos diarios, se asocia con hipertensión arterial. Por otra parte, el efecto del alcohol es mayor en ancianos y mujeres, afectando más a la presión arterial sistólica. Por todo ello es aconsejable la moderación en el consumo de bebidas alcohólicas, tanto en los pacientes hipertensos como en la población sana, en este caso para la prevención primaria de la enfermedad.

 

Fibra Alimentaria:

Uno de los hechos que más dificulta conocer el efecto de los nutrientes sobre la salud es el que los cambios en el consumo de un alimento implican importantes modificaciones en el consumo de diferentes nutrientes, debido a la composición heterogénea de los distintos alimentos. Un ejemplo de ello es la alta correlación existente entre el sodio y el potasio, de manera que una dieta en la que se modifique el contenido de uno de ellos implicará un cambio en el aporte del otro. Algo similar sucede con la fibra, ya que aumentar su presencia en la dieta supondrá un mayor consumo de calcio, mangesio o potasio. La presencia de fibra en la dieta se ha relacionado inversamente con la presión arterial y a ello se ha atribuido la menor prevalencia de hipertensión en las poblaciones de vegetarianos, si bien los estudios intrapoblacionales han dado frecuentemente datos inconsistentes con dicha hipótesis. 

 

Cafeína:

La cafeína tiene un reconocido efecto presor agudo por ser un potente agente inductor de contractilidad cardíaca. Sin embargo, los estudios poblacionales en los que se ha analizado la relación entre el consumo de café y la presión arterial generalmente han mostrado una relación inversa entre ambos. Esto ha intentado explicarse por la acción diurética y natriurética de la cafeína, aunque se requiere más investigación al respecto.

 

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